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Archivo para diciembre, 2013

MATES SÍ, LATÍN TAMBIÉN

De la misma manera que los hongos proliferan en nuestros campos en otoño, así lo hacen actualmente en los principales periódicos artículos de opinión sobre la conveniencia/ inconveniencia del latín en el sistema educativo español.

De manera particular, llamó mi atención uno publicado en El País, el pasado viernes,  15 de noviembre. Bajo el título ¿Latín o mates?, los profesores de Economía Samuel Bentolila y Marcel Jansen critican, con mayor dosis de acidez que de buen criterio, la posibilidad de que la Ley Orgánica para la Mejora de la Calidad Educativa (LOMCE) unifique los actuales Bachilleratos de Humanidades y Ciencias Sociales (CCSS) e implante como obligatoria la «asignaturaza» de Latín para todos los alumnos del nuevo Bachillerato.

Afirman que “la propuesta es inoportuna y supondría una vuelta al pasado; que ya no basta con la mera transferencia de conocimiento; que los jóvenes han de aprender a procesar la información…., lo que requiere un buen conocimiento matemático”. Como colofón, una frase cáustica, lapidaria, rencorosa, que niega el pan y la sal a la asignatura: “la LOMCE aspira a mejorar la calidad de la enseñanza y este objetivo no se va a conseguir empollando latín por mandato divino”

Citan los datos del informe PISA de 2009, según el cual los jóvenes de 15 años de nuestro país siguen teniendo graves problemas en matemáticas. Sutilmente se hace creer al lector que el responsable del fracaso de las matemáticas pudiera ser el latín. Nada más falso. A esa edad las matemáticas han acompañado al alumno en su curriculum curso tras curso durante toda su vida escolar  sin separarse de él ni un solo día. Del latín, en cambio, ni siquiera han oído hablar, y así seguirá la mayoría incluso si finaliza los estudios de Bachillerato. Condenarlo durante lustros al ostracismo en los planes de estudio ha supuesto un empobrecimiento severo  y un deterioro manifiesto de nuestra lengua que alcanza de una forma intolerable a los medios de comunicación. Subestiman la inteligencia de los alumnos y de los Gabinetes de Orientación al suponer que podrían llegar a la Facultad de Economía sin haber cursado ninguna asignatura de matemáticas en el Bachillerato. Los estudiantes no son necios y saben que para matricularse en Ciencias Económicas es preciso elegir la materia de Matemáticas y también la de Economía a la que, para mi sorpresa, no se menciona en ninguno de los parágrafos del artículo. Ninguna alusión tampoco para los muchos alumnos que a través de este Bachillerato no aspiran a ser economistas sino abogados, periodistas, filólogos, traductores, profesores…, profesiones para las que, a priori, estudiar latín parece más conveniente que estudiar matemáticas.

Ni una sola palabra de bondad, de generosidad, de justicia, de reconocimiento hacia la lengua de Cicerón, que dos mil años después sigue estudiándose en buena parte del mundo.

Se ignora o se pretende ignorar que los hispanohablantes venimos del latín – y del griego- y que no conocerlo implica en buena medida la pérdida de nuestras raíces.

Se ignora o se pretende ignorar que hasta el S. XVIII los científicos escribieron sus trabajos en latín y en consecuencia no es posible conocerlos de primera mano sin antes haber estudiado la lengua que ellos utilizaron para transmitir su saber.

Se ignora o se pretende ignorar que el latín está presente en la medicina, en la jurisprudencia, en la astronomía, en las matemáticas, en la física, en las nuevas tecnologías, en la vida diaria. ¿Cómo se entiende si no el uso de formas tan cotidianas como fecundación in vitrocorpus delicti, galáctico, secante, partícula, delet, ante meridiem, etc. (también esta abreviatura procede del latín et cetera significando “y lo restante”). ¡Cuánto menos complicado sería para un estudiante de biología si tuviera conocimientos de esta lengua memorizar los nombres de animales y plantas cuyo nombre técnico internacional lleva la impronta del latín!

Se ignora o se pretende ignorar que el estudio del latín amplia nuestro horizonte lingüístico facilitándonos el aprendizaje de otras lenguas modernas.

Se elogia el sistema educativo de Finlandia por el estudio que allí se hace de las matemáticas, pero se ignora o se pretende ignorar que en este país, a pesar de no hablarse una lengua neolatina, se permite a sus alumnos estudiar latín como lengua extranjera al mismo nivel que el francés o el inglés.

Y por último, no siendo peccata minuta lo expuesto, se ignora o se pretende ignorar la causa principal que justifica el estudio del latín: al igual que las matemáticas, el latín – parafraseo a Cheryl Lowe- es un sistema organizado, lógico, acumulativo, en el que cada destreza se construye sobre la anterior; en él nada puede ser olvidado; todo debe ser recordado. Todos los conocimientos y habilidades están interrelacionados. El estudiante construye el rascacielos del saber ladrillo a ladrillo hasta alcanzar el más alto nivel de habilidad y competencia. El estudio del latín es, pues, una educación completa porque desarrolla las facultades intelectuales al mismo tiempo que – y en esto es superior a las matemáticas- la capacidad para utilizar la lengua propia.

Parece obvio que ante el simplismo de la pregunta ¿Latín o mates?, solamente cabe una respuesta: mates sí, latín también.

Artículo de Manuel Rodríguez Santos.

XII Encuentro de Escuelas Católicas

Bajo el lema “Escuela Creativa. Emprender, participar, dar sentido”, más de 1.300 representantes de instituciones titulares y responsables de centros educativos han participado en el XII Congreso de Escuelas Católicas, celebrado en Valladolid los días 21, 22 y 23 de noviembre. La síntesis del trabajo realizado queda reflejada en las siguientes conclusiones.

En un contexto de crisis no sólo económica y de cambios legislativos, Escuelas Católicas, sigue demandando un ejercicio de responsabilidad para lograr el necesario acuerdo que pueda concluir en un Pacto Educativo. Pero además, con este Congreso ha pretendido demostrar que la crisis puede convertirse en una oportunidad a través de la creatividad, la participación, el carácter emprendedor y el sentido cristiano de nuestras instituciones titulares, centros y equipos directivos. Para ello, propone recrear el modelo organizativo, pastoral y pedagógico para seguir respondiendo con calidad e innovación a los cambios que venimos afrontando. Un modelo basado en las siguientes ideas fundamentales:

1ª) La creatividad es una cualidad del pensamiento que no se puede enseñar, aunque sí motivar y favorecer su desarrollo, porque todos estamos preparados genéticamente para ser creativos. Ver el potencial de cada niño a través de una pedagogía de la escucha, supone redescubrir la creatividad, no como una facultad mental, sino como una forma de ser y de pensar de todas las personas.

El tiempo de escucha atenta y acogedora, tanto en casa como en la escuela, es un regalo maravilloso para nuestros niños

 2ª) La creatividad fluye en las personas cuando su trabajo se conecta con sus pasiones; cuando la educación deja de ser un acto solitario para convertirse en algo cooperativo y colaborativo; cuando somos capaces de identificar las grandes oportunidades que se esconden detrás de los cambios socioeconómicos, culturales y tecnológicos; cuando las instituciones basan su excelencia en proponer experiencias con sentido; cuando tenemos capacidad para desaprender y volver a aprender; y cuando las organizaciones planifican y estructuran, pero no burocratizan.

Se necesitan personas y equipos que multipliquen su talento de forma cooperativa y colaborativa

 3ª) Las escuelas católicas deben ser siempre inconformistas. Deben cuestionarse los modelos predominantes y visualizar cómo pueden hacer una escuela relevante, innovadora y católica. Y para re-imaginar esa escuela partimos de la convicción de que todos los alumnos pueden aprender, y que ese aprendizaje se produce socialmente; que la tecnología no es la clave, sino los docentes y todo el personal de nuestros centros; que los docentes son miembros de comunidades de aprendizaje y nunca han sido tan necesarios como en este mundo global; y que las comunidades escolares deben elaborar sus propios modelos, trabajar en red y asumir marcos curriculares globales.

Ninguna escuela es una isla en el mundo de hoy

4ª) La irrupción de la interconectividad y las redes sociales en Internet ha supuesto un nuevo tipo de individuo que podemos llamar “hiperindividuo” o “individuo conectado”. Por eso es hora de dar un paso adelante y definir cómo cambian las personas desde que viven la experiencia de la hiperconectividad, y cómo el aprendizaje con tecnologías da lugar a una nueva educación. Familias y educadores tenemos la responsabilidad de ofrecer a los jóvenes una sólida formación y una capacidad crítica que haga que la apropiación de esas tecnologías sea algo positivo.

Las redes sociales generan cambios: jóvenes con superpoderes para hacer cosas fantásticas o a veces terribles. Familias y educadores somos responsables

5ª) Para conseguir éxito en la vida el esfuerzo es crucial. Esforzarse es persistir a pesar de las dificultades y de los errores y fracasos. Nuestros jóvenes han interiorizado que la clave del éxito está en ser listos, y no en ser persistentes. Desconocen que si persisten a pesar de la dificultad, al cerebro no le queda más opción que abrir las ventanas a la inteligencia y a la creatividad. Pero además, sabemos que en el proceso de creación de nuevas conexiones neuronales el elemento emocional resulta fundamental. Existe un vínculo claro entre estado de ánimo, inteligencia y creatividad. La clave del éxito no está solo en el talento.

Tanto desde el esfuerzo como desde la felicidad se aumenta la inteligencia y la creatividad

 6ª) El mundo nunca había cambiado tan rápido como ahora. El avance de la tecnología y del conocimiento, de la neurociencia, de las teorías psicológicas y pedagógicas, de los cambios sociales, en definitiva, de la investigación humana guían el cambio y la transformación de toda escuela. Nuestras escuelas deben ser una comunidad de aprendizaje especializado, una escuela que participa de los avances en la investigación, que crece, se desarrolla y se transforma, que cuenta con proyectos originales, donde los alumnos se autoevalúan, dedicada a la comprensión y a la creatividad, que comparte sus experiencias, donde sus profesores programan juntos y con una configuración estructural adecuada.

Una escuela del siglo XXI fomenta la compresión y la creatividad, y enseña el lenguaje del pensamiento y las emociones

 7ª) La democracia no puede funcionar si no se aprende desde pequeño. Por eso una educación a favor de la democracia y de la ética tendría como consecuencia una sociedad más justa. Debemos cambiar el enfoque de la “competitividad” por el de la “cooperación”. Cuanto más solidarios, más cooperativos y más empáticos seamos, más éxito tendremos, y es en la escuela donde podemos formar personas que contribuyan a construir un modelo socioeconómico fundamentado en valores sólidos de cooperación, colaboración, compromiso social y medioambiental.

Hay que sustituir competitividad por cooperación; y afán desmedido de riqueza por solidaridad y fraternidad

 8ª) Todos estamos tras la búsqueda de sentido. Dar sentido es lo mismo que dar orientación a la vida. La escuela católica quiere, sin miedo ni componendas, aportar su orientación fundamentada en Jesucristo y su mensaje salvífico y liberador, dador de dignidad y posibilidades de vida. El núcleo son los hombres y mujeres, hijos de Dios. La escuela católica ayuda también a las familias a que sus hijos crezcan con plena dignidad; estimulando, cuidando y cultivando las virtudes fundamentales del Reino. Es su forma de dar sentido y orientación. Y lo hace, compartiendo su misión con los de cerca y los de lejos, ahondando así en su universalidad.

Dar sentido es dar orientación. Orientamos la vida hacia Jesucristo y su mensaje. Cultivamos personas buenas y creativas para quienes la presencia de Dios sea fundamental.