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Bajo el lema “Escuela Creativa. Emprender, participar, dar sentido”, más de 1.300 representantes de instituciones titulares y responsables de centros educativos han participado en el XII Congreso de Escuelas Católicas, celebrado en Valladolid los días 21, 22 y 23 de noviembre. La síntesis del trabajo realizado queda reflejada en las siguientes conclusiones.

En un contexto de crisis no sólo económica y de cambios legislativos, Escuelas Católicas, sigue demandando un ejercicio de responsabilidad para lograr el necesario acuerdo que pueda concluir en un Pacto Educativo. Pero además, con este Congreso ha pretendido demostrar que la crisis puede convertirse en una oportunidad a través de la creatividad, la participación, el carácter emprendedor y el sentido cristiano de nuestras instituciones titulares, centros y equipos directivos. Para ello, propone recrear el modelo organizativo, pastoral y pedagógico para seguir respondiendo con calidad e innovación a los cambios que venimos afrontando. Un modelo basado en las siguientes ideas fundamentales:

1ª) La creatividad es una cualidad del pensamiento que no se puede enseñar, aunque sí motivar y favorecer su desarrollo, porque todos estamos preparados genéticamente para ser creativos. Ver el potencial de cada niño a través de una pedagogía de la escucha, supone redescubrir la creatividad, no como una facultad mental, sino como una forma de ser y de pensar de todas las personas.

El tiempo de escucha atenta y acogedora, tanto en casa como en la escuela, es un regalo maravilloso para nuestros niños

 2ª) La creatividad fluye en las personas cuando su trabajo se conecta con sus pasiones; cuando la educación deja de ser un acto solitario para convertirse en algo cooperativo y colaborativo; cuando somos capaces de identificar las grandes oportunidades que se esconden detrás de los cambios socioeconómicos, culturales y tecnológicos; cuando las instituciones basan su excelencia en proponer experiencias con sentido; cuando tenemos capacidad para desaprender y volver a aprender; y cuando las organizaciones planifican y estructuran, pero no burocratizan.

Se necesitan personas y equipos que multipliquen su talento de forma cooperativa y colaborativa

 3ª) Las escuelas católicas deben ser siempre inconformistas. Deben cuestionarse los modelos predominantes y visualizar cómo pueden hacer una escuela relevante, innovadora y católica. Y para re-imaginar esa escuela partimos de la convicción de que todos los alumnos pueden aprender, y que ese aprendizaje se produce socialmente; que la tecnología no es la clave, sino los docentes y todo el personal de nuestros centros; que los docentes son miembros de comunidades de aprendizaje y nunca han sido tan necesarios como en este mundo global; y que las comunidades escolares deben elaborar sus propios modelos, trabajar en red y asumir marcos curriculares globales.

Ninguna escuela es una isla en el mundo de hoy

4ª) La irrupción de la interconectividad y las redes sociales en Internet ha supuesto un nuevo tipo de individuo que podemos llamar “hiperindividuo” o “individuo conectado”. Por eso es hora de dar un paso adelante y definir cómo cambian las personas desde que viven la experiencia de la hiperconectividad, y cómo el aprendizaje con tecnologías da lugar a una nueva educación. Familias y educadores tenemos la responsabilidad de ofrecer a los jóvenes una sólida formación y una capacidad crítica que haga que la apropiación de esas tecnologías sea algo positivo.

Las redes sociales generan cambios: jóvenes con superpoderes para hacer cosas fantásticas o a veces terribles. Familias y educadores somos responsables

5ª) Para conseguir éxito en la vida el esfuerzo es crucial. Esforzarse es persistir a pesar de las dificultades y de los errores y fracasos. Nuestros jóvenes han interiorizado que la clave del éxito está en ser listos, y no en ser persistentes. Desconocen que si persisten a pesar de la dificultad, al cerebro no le queda más opción que abrir las ventanas a la inteligencia y a la creatividad. Pero además, sabemos que en el proceso de creación de nuevas conexiones neuronales el elemento emocional resulta fundamental. Existe un vínculo claro entre estado de ánimo, inteligencia y creatividad. La clave del éxito no está solo en el talento.

Tanto desde el esfuerzo como desde la felicidad se aumenta la inteligencia y la creatividad

 6ª) El mundo nunca había cambiado tan rápido como ahora. El avance de la tecnología y del conocimiento, de la neurociencia, de las teorías psicológicas y pedagógicas, de los cambios sociales, en definitiva, de la investigación humana guían el cambio y la transformación de toda escuela. Nuestras escuelas deben ser una comunidad de aprendizaje especializado, una escuela que participa de los avances en la investigación, que crece, se desarrolla y se transforma, que cuenta con proyectos originales, donde los alumnos se autoevalúan, dedicada a la comprensión y a la creatividad, que comparte sus experiencias, donde sus profesores programan juntos y con una configuración estructural adecuada.

Una escuela del siglo XXI fomenta la compresión y la creatividad, y enseña el lenguaje del pensamiento y las emociones

 7ª) La democracia no puede funcionar si no se aprende desde pequeño. Por eso una educación a favor de la democracia y de la ética tendría como consecuencia una sociedad más justa. Debemos cambiar el enfoque de la “competitividad” por el de la “cooperación”. Cuanto más solidarios, más cooperativos y más empáticos seamos, más éxito tendremos, y es en la escuela donde podemos formar personas que contribuyan a construir un modelo socioeconómico fundamentado en valores sólidos de cooperación, colaboración, compromiso social y medioambiental.

Hay que sustituir competitividad por cooperación; y afán desmedido de riqueza por solidaridad y fraternidad

 8ª) Todos estamos tras la búsqueda de sentido. Dar sentido es lo mismo que dar orientación a la vida. La escuela católica quiere, sin miedo ni componendas, aportar su orientación fundamentada en Jesucristo y su mensaje salvífico y liberador, dador de dignidad y posibilidades de vida. El núcleo son los hombres y mujeres, hijos de Dios. La escuela católica ayuda también a las familias a que sus hijos crezcan con plena dignidad; estimulando, cuidando y cultivando las virtudes fundamentales del Reino. Es su forma de dar sentido y orientación. Y lo hace, compartiendo su misión con los de cerca y los de lejos, ahondando así en su universalidad.

Dar sentido es dar orientación. Orientamos la vida hacia Jesucristo y su mensaje. Cultivamos personas buenas y creativas para quienes la presencia de Dios sea fundamental.

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